Como muchas cosas que hago, no creo que esto que voy a escribir ahora sea demasiado productivo. Pero, debido a mi mala costumbre de considerar los consejos de los que saben más que yo, haré un esfuerzo.
Y es así que hoy nos ha propuesto una profesora preguntar a nuestros padres el plan que tenían (o no) para nosotros, para más tarde plasmarlo por escrito. Es algo que no me había planteado nunca, seguramente porque no tengo hijos, como todos, creo, mis compañeros. Aunque también es algo que no pocos padres dejan a la improvisación, según mi experiencia. La mente de un padre o una madre está llena de deseos para su hijo, pero ¿un verdadero “plan”? ¿Un plan que conlleve años de trato continuo y esfuerzo para después, seguramente, fracasar? ¿Para que el hijo emprenda su propio camino, muchas veces tan sólo para contradecir a sus creadores y pedagogos? Demasiado tiempo invertido, esto es, una quimera total para la gente habitual que poblamos el hoy y el siempre. Al fin, una utopía sólo al alcance de grandes novelas veladas por la ciencia ficción.
Y es con este razonamiento con el que entiendo todos los “seguros”, “especiales”, “buenos”, “despiertos” y, sobre todo, “felices” que desean los padres a sus hijos desde el momento de nacer hasta el momento de morir, si puede ser, de los deseosos primero.
Y tranquilo por creer en todo esto como algo posible, mediante el amor y cobijo de los progenitores de cada uno de nosotros. Y por todo ello es por lo que nos pertenecemos mutuamente, como padres e hijos que todos, aquí sin excepción, somos. Ahora y nunca más.
The Daily Dream: The Fray – Fall Away
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